Abordar las necesidades de salud mental y apoyo psicológico de la comunidad educativa: una medida esencial para proteger la salud en las aulas

El absentismo escolar reduce los resultados educativos; el estrés y el impacto emocional de la enfermedad puede incrementar la tensión en el hogar y producir abandono escolar; en los centros educativos, aumenta la estigmatización y discriminación de los niños que padecen o han padecido la enfermedad del COVID-19, y se produce un incremento de las situaciones de violencia y maltrato, especialmente contra los grupos más vulnerables.

Estos son algunos de los impactos potenciales de un brote epidémico sobre la educación, puestos de relieve en una nueva guía elaborada por UNICEF, a través de la cual pone de relieve el papel clave que desempeña el sector educativo en la recuperación de la crisis del COVID-19 y resalta la importancia de proteger el derecho a la salud para garantizar así el derecho a la educación.

En este sentido, tal y como señala el documento, para que la escuela «pueda recuperar su papel de desarrollo cultural, científico y social, de transmisora del conocimiento, de compensación social y de entorno seguro de aprendizaje, relación y juego para millones de estudiantes», debe afrontar con determinación los retos de seguridad que presenta la apertura de los centros educativos.

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