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03/05/2024Malestar psicológico y salud mental: ser o no ser

Artículo de María Fuster Martínez, Decana del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia, publicado en en el periódico La Verdad de Murcia.
Tal vez, esta reflexión seria de aplicación en muchos ámbitos que requieren del impulso político y del subsiguiente compromiso en la gestión para alcanzar políticas de impacto. En salud mental, la ministra Mónica García ha puesto el foco en la necesidad de mirar más allá de los servicios sanitarios para dar una respuesta que ahonde en los cimientos de un malestar psicológico que, por igual, enferma por sostenido. y cosifica, por silenciado. Llevamos tres intensos años hablando de ello y creo que con un poco más de carga de profundidad desde nuestro colegio profesional. Seguidamente, la ministra dijo que «lo social» del malestar no es de su competencia, obviando los cuadros sintomáticos que las consultas de atención primaria recogen. Y es que los pacientes con problemas de salud mental acuden un 40% más a los servicios de atención primaria de salud, dato recogido en el último informe del Ministerio de Sanidad y, además, las urgencias hospitalarias contienen un 49% más, según la misma fuente del Sistema Nacional de Salud.
Toda persona necesita vivir en condiciones de dignidad, bajo un techo que no se mueva sobre su cabeza (políticas de vivienda) y con un sueldo que le permita sostener un mínimo proyecto de vida (políticas de empleo digno). Por otra parte, sostener sociedades condenadas a la pobreza es enormemente caro. Las políticas de la urgencia miran al alimento y a las facturas de los suministros básicos. Quién es capaz de cuestionar su necesaria respuesta. La urgencia poco sabe de construir políticas de escucha, con tiempos y espacios profesionales de consideración a la complejidad de vidas vulnerables.
Mientras que Europa financia nuestra pobreza, deberíamos mirar qué impulso estamos financiando en lo estructural, tanto en los niveles autonómicos como locales. Lo cierto es que seguimos sin tener respuestas a ese malestar psicológico y no solo en lo sanitario. La ciudadanía quiere asistencia sanitaria por psicólogos y psicólogas clínicos y no los hay, ni mínimamente. Lo cierto es que tampoco la educación se abre a la atención psicológica educativa, a pesar de la compleja cotidianidad en los centros, donde sus niños, niñas y adolescentes siguen protagonizando protocolos, sin generar servicios de atención psicológica educativa, directa e inmediata (de impacto), y cruzando los dedos para que meter batas blancas en los centros escolares no sea la solución.
No cabe duda, ‘sanitarizar’ la educación sería un fracaso social y político. En los servicios sociales, el malestar psicológico acampa por doquier. La vulnerabilidad y la fragilidad se entremezclan en una amalgama de oscuros colores, mientras ampliamos las políticas asistencialistas con apariencia de nuevos trajes, aunque sus fines desvelen el mismo drama: tutelar, tramitar y asistir a las necesidades básicas. Un mal llamado ‘acompañamiento’ que poco tiene de buscar la autonomía de las personas.
Mientras, hay que mirar las cifras de las múltiples caras de la violencia o la desprotección en infancia y adolescencia. Solo un dato que ya conocen, pero no por eso hay que dejar de mencionarlo: uno de cada cuatro jóvenes menores de 12 años en España ha tenido o tiene acceso y consume pornografía y casi la mitad de menos de 15 años la consumen. Es solo uno de los graves problemas que están generando las tecnologías de la relación, la información y la comunicación Onfocop, 2024). También hay que mirar al caleidoscopio del riesgo, donde confluyen difíciles condiciones vitales en dimensiones complejas que reflejan la vida de una condición, por ejemplo, ligada al hecho de ser mujer y discapacitada (el 24,5% de las mujeres con discapacidad admiten haber tenido pensamientos de suicidio o se han autolesionado, frente al 6,4% de mujeres sin discapacidad, tal y como refleja un estudio de Cermi, 2023).
Por concluir, también hay que atender a esa fragilidad pegada a los años en personas mayores, donde sus tasas de suicidio siguen sonrojándonos con una mayor incidencia de suicidios consumados en la Región entre los 70 y 80 años. Todos y más dejan la huella indeleble de que queda mucho por hacer.
Mientras los números siguen subiendo, las respuestas de calado en las políticas públicas siguen esperando. La innovación, los cambios de modelo y de paradigma se resisten desde la inercia de los propios sistemas topándose con un muro de dificultades. Es tiempo de hacer balance. Por eso, esperamos la cita, ya solicitada, con el presidente de la Comunidad Autónoma. Las políticas del bienestar esperan y, entre ellas, atender fines de bienestar psicológico también. El malestar tiene demasiados rostros.
MARÍA FUSTER MARTÍNEZ
Decana del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia.